viernes, 17 de abril de 2020

GRANDE ES ESTE MISTERIO


En nuestra vida en Cristo (creo que así se le llama, y no "vida cristiana") es prioritario entender nuestro origen, de dónde venimos.
Ese entendimiento puede hablarse, estudiarse, anunciarse mediante "sermones", pero en esencia es algo que se aprehende profundamente, se acepta como parte propia, y  pasa a ser parte de nuestra identidad.
La Iglesia nace en Cristo, antes de la fundación del mundo. De allí venimos, y esa es nuestra verdadera identidad. Los años que hemos estado en esta tierra (40, 50 o 90 años) son parte de una circunstancia que suele opacar nuestra trascendencia eterna.
Estuvimos siempre "en Cristo", y si bien es cierto que de Él nos apartamos, ya fuimos nuevamente reconciliados.
Ahora bien, ¿qué quiere decir que fuimos reconciliados? ¿que nos abuenamos con ÉL? ¿que nos acercamos a Él? ¿que nos volvimos a unir? Todas estas ideas son cortas, escasas, no describen tamaña verdad.
En el siguiente pasaje hay un misterio escondido:

Génesis 2:21-24
21 Entonces DIOS hizo caer al hombre en un profundo adormecimiento, y se durmió. Luego tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar. 22 Y de la costilla que DIOS  había tomado del hombre hizo una mujer, y la llevó al hombre. 23 Y el hombre exclamó: ¡En verdad ésta es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Por esto será llamada Varona, porque del varón fue tomada. 24 Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán una sola carne.

A través de esta figura, Dios nos muestra algo bello: la "Varona" no fue creada en el momento en que se encuentra este pasaje, sino que fue creada junto con el Varón, pero estaba dentro de Adán. Sólo se requería que Adán "cayera en un sueño profundo" para que Dios pudiera sacar a la varona que ya estaba dentro, en Él.
La varona no era simplemente parecida a Adán, ni era alguien muy cercana. Ni siquiera podemos decir que tenían "un vínculo estrecho": en realidad era la misma vida de Adán, que se multiplicó en ella.
Y estos hechos, descriptos en Génesis 2, son figuras de algo mayor, del Mesías en la cruz, siendo "dormido en un suelo profundo", su costado abierto con una lanza, para que de Él saliera su esposa, su amada, su misma vida en otra persona, la Iglesia.

Efesios 5:28-32
El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. 29 Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; 30 porque somos miembros de su cuerpo. 31 Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. 
32 Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia. 

Grande es este misterio, y es necesario aprehenderlo, para saber de Quién venimos.



jueves, 2 de abril de 2020

EL ARTE DEL JUICIO


 En los términos de Dios, no puedo - y tal vez no debo - ayudar a otro en su madurez espiritual, hasta que ese proceso no haya comenzado sanamente en mí.

No es egoísta pensar que, primeramente, debo permitir que la obra de Dios sea en mí, antes de comenzar a servir a otros.
La responsabilidad para caminar en la madurez del Señor es de cada uno, primeramente. Porque por designio de Dios, no puedo avanzar a "quitar la paja en el ojo ajeno si no he quitado la viga en el mío".

En los términos de Dios, hay una palabra que siempre mal interpretamos. Me refiero a la palabra JUICIO. Para muchos, esa palabra es sinónimo de sentencia, o condenación. Pero JUICIO significa la capacidad de separar correctamente una cosa de otra, discernir, reconocer lo puro de lo impuro. Y esa separación (juicio), siempre debe empezar por uno mismo si queremos respetar el proceso legal de Dios.
Ese juicio es indispensable para separar en nosotros lo santo de lo impuro, la verdad de la mentira, lo humano de lo divino, la luz de las tinieblas. Porque si no logro separar y reconocer eso en mí, ¿cómo lo reconoceré en otros? Si no detecto las mentiras en mí, ¿puedo detectarlas en otros?

Mateo 7:1-5 (LBLA)
1 No juzguéis para que no seáis juzgados. 2 Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os medirá. 3 ¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo? 4 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: «Déjame sacarte la mota del ojo», cuando la viga está en tu ojo? 5 ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano.

El fin del juicio es la purificación, porque quien se somete al justo juicio de Dios transita el camino del dolor del quebrantamiento, pero sin saberlo se dirige a ver la claridad de la verdad.
Es indispensable comenzar así este proceso de juicio, para poder detectar la verdad en otros, o detectar la mentira. Porque quien no ha entrado en el proceso de juicio, no distingue la oscuridad de la luz.

Mateo 7:12-14 (LBLA)
12 Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se escandalizaron cuando oyeron tus palabras? 13 Pero Él contestó y dijo: Toda planta que mi Padre celestial no haya plantado, será desarraigada. 14 Dejadlos; son ciegos guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo. 

En la justicia de Dios, el juicio siempre empieza por casa, por uno mismo. Eso es lo que cada uno debe administrar al comienzo de su vida en Cristo.
En muchos ambientes se encarga a los recién convertidos a "activarse en el servicio", al activismo como muestra de madurez. Es doloroso que no se prescriba el silencio, la meditación en las Escrituras, el ministrar al Señor durante años, la aplicación de la cruz en el alma, para luego, después de mucho en esta ministración, salir aprobados del juicio personal, y poder caminar con la lente limpia.
Para quien no ha transitado este camino, el riesgo es alto: será llevado por otros que tampoco han caminado el camino a la pureza de la verdad.
Pero quien lo ha pasado, ha separado lo natural de lo espiritual, ha aprendido a leer el mensaje que otros no ven, puede discernir afuera lo que primero discernió en su hombre interior, porque aprendió el arte del juicio.

1 Corintios 2:14-16 (LBLA)
14 Pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente. 15 En cambio, el que es espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado por nadie. 16 Porque ¿quién ha conocido la mente del Señor, para que le instruya? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.