Una vez que se
consumó el engaño de Adán, él y su mujer se hallaron desnudos, descubiertos.
Más allá de la
realidad física de esta situación, la desnudez fue una manera de expresar la
desolación en la que se hallaron cuando fueron desgajados, desprendidos de
Dios, que era su fuente proveedora de vida.
Hombre y mujer fueron
sacados y despedidos no solo de un jardín (nadie lamenta tanto eso) sino que
ese "Edén" del que fueron expulsados era Dios mismo. Fueron
arrancados de una vida con un plan perfecto, y echados a la vanidad de un
desierto cuya principal característica no era la tierra seca, sino que el
hombre, en todo su ser, se encontró solo en su ego, y con su ego.
De pronto, tras esa
expulsión, el hombre se halló desnudo: se sintió amputado de quien era su
fuente proveedora de vida. Pasó de estar incluido en el plan de Dios, a ser
descartado. Pero de todo esto no se enteró ni leyendo la Biblia ni oyendo un
sermón de domingo. Se enteró cuando dentro de sí notó que a partir de ahora
solo podía ver con sus ojos, y solo podía pensar con su mente.
Esa fue su desnudez.
Era como si de pronto
hubiese quedado encarcelado dentro de sí mismo. Su condición se achicó para
quedar atrapado en la pobre desolación de
sus ojos, de su mente.
Cortado su vínculo
con quien era su fuente de vida y verdad, el hombre quedó sin otra opción que
generar sus opiniones, sus criterios, sus puntos de vista, sus paradigmas. En
otras palabras, dio inicio a la subjetividad, el cerrojo más reforzado que
conoce esta creación caída.
La subjetividad es el
criterio propio, el punto de vista del cual nadie -nadie- puede salirse. Nadie
puede abrir desde afuera lo que él mismo cierra desde adentro.
La vana subjetividad
es la posición personal desde la cual se mira el acontecer de todo. Frente a
esa subjetividad, las cosas no son como son, sino como cada uno las ve. Cada
uno ve desde su torre de encierro, y todos vemos parcialmente una parte, porque
eso es consecuencia de haber sido despedidos de ese jardín que es Cristo.
Una vez desgajados de
Él -fuente de vida y verdad-, el hombre evalúa todo desde su parcial visión.
Desde ese punto, él mismo es el centro de todo. Su nariz queda demasiado cerca
para obviarla. Sus manos son "Las Manos", sus ideas son "Las
Ideas", y su verdad es "La Verdad".
La regla de la
subjetividad es que todos tienen "su verdad", entonces hay muchas
verdades, por lo tanto no hay una verdad. La marca de la subjetividad es la
relatividad de todas las cosas.
Dios nos creó para
que tengamos una identidad que nos distinga unos de otros, claro está, pero la
subjetividad no habla de esa diferencia, sino que habla de la desorbitada vida
del ego de cada hombre.
En ese viaje de
extraviados, los hombres crean las religiones. Y hay tantas religiones como
hombres, porque la subjetividad del ego hace que cada uno crea lo que quiere,
lo que puede. No hay dos seres en la tierra que crean exactamente lo mismo. Y
eso no tiene nada que ver con la diversidad santa con la que Dios nos creó,
sino con el desvarío propio de quien se salió de la órbita correcta.
Separados de Dios,
deambula el hombre como un cometa sin destino alguno, sin centro gravitacional
que lo atraiga.
Esta vana
subjetividad es la desnudez de Adán y Eva, que se quedaron sin su vínculo
perfecto y tuvieron que arreglarse consigo mismos. Es la desolación que queda
tras la muerte, y tener que retomar la pseudo-vida inventada con los despojos
de lo que quedó.
Fuera de Dios, la
subjetividad requiere ser "formada" (deformada) por otras mentes
subjetivas, y hace dioses e ideas de dioses conformes a sí mismas.
"Para mi dios es....", suele opinar
Adán desnudo. "No, para mi es...."
dice Eva en igual condición, porque fuera de Dios, la subjetividad solo teoriza
sobre Dios. Se hace ideas de Él. Lo supone, lo analiza, lo estudia. En la
práctica, le ofrece ritos y rituales, tratando de agradar a un "Dios"
que está allá, afuera, arriba -y señala con su dedo hacia el cielo- vaya a
saber dónde: después de miles de años, la desnudez ya no causa tanta vergüenza.
La subjetividad es la
prueba de estar "fuera de Dios", por eso le dicta a la conciencia del
hombre de que está fuera de Dios. "Dios allá, nosotros acá", es el
lema inconsciente de la subjetividad. Y es inconsciente porque vocifera otra
cosa, que "Dios está acá" -mientras toca su pecho- pero en el más
profundo ser del hombre actúa la subjetividad de su punto de vista, sus ojos
mirando, su propia mente pensando.
Muchos conocen al
actor John Malkovich. Quienes lo conocen pueden describirlo por las películas
que grabó, por sus condiciones actorales, por su barba blanca, o su cabeza
calva. Todas descripciones externas que hace quien lo admira, lo conoce, o
simplemente lo sigue.
Hay una película de
1999 llamada ¿Quieres estar en John
Malkovich? donde ciertas personas tienen la oportunidad no de conocer
externamente a Malkovich, sino de meterse dentro de él.
En la película,
alguien encuentra un mueble, que es como un aparador, que es una puerta de
acceso directo a la mente de Malkovich. Ya dentro del Malkovich, las personas
ven a través de sus ojos, piensan con su mente, en fin, viven la vida de John
Malkovich.
¿Quieres estar en Cristo?
La subjetividad hace
que al hablar de Cristo, los muchos interpreten que conocerle a Él es conocer
lo que hizo, o aun lo que hace hoy. Pobre idea que solo satisface a la
subjetividad.
Se escriben libros,
se predican mensajes, y se estudia a Dios....desde afuera.
¿Quieres estar en Cristo?
Los muchos aún
abordan a Cristo como un "objeto de estudio". Lo analizan, lo
explican, lo interpretan. Todo desde la subjetividad externa de un punto de
vista parcial, humano, caído, sin posibilidades de ver con Sus Ojos ni pensar
con Su Mente.
¿Qué es el yo o ego?
Es la subjetividad en la que el hombre quedó atrapado, y aislado de Dios.
Cuando la muerte del
Mesías en la cruz opera en el hombre, lo que hace es darle muerte a la
subjetividad. Y ocurre un traslado inverso al de Adán. Lo que se había desgajado
se vuelve a reunir en la fuente proveedora de vida y verdad.
Y el centro de todo
ya no es el hombre, sino Cristo, quien está demasiado cerca para obviarlo.