viernes, 22 de diciembre de 2017

El día del Señor

Se vienen días y semanas donde con ilusión y optimismo se expresan frases que desbordan en augurios, buenos deseos, esperanzas y demás bondades para un nuevo año.
Y es que algo parece que se renueva. Y si lo que pasó fue de un nivel equis, el augurio para el nuevo tiempo es que las cosas mejoren.
Lo que se renueva es la hoja mayor del calendario, que es tiempo, un período, un año. Y las expectativas positivas son precisamente para el nuevo año.
Próspero ....Feliz ....Buenos deseos ....."El año que viene será mejor, ya vas a ver"......Y otras frases son comunes por estos días. Frases que recuerdan a ese cartel colgado en la pared de un bolichito de pueblo: "Hoy no se fía, mañana sí".
Es que al igual que la zanahoria va delante del burro, así avanza el tiempo, con la esperanza a cuestas.
Y nada de esto está del todo mal, quiero decir que ninguna de esas ideas matan del todo, pero juguetear con ellas esterilizan la efectividad de los hijos de Dios.
¿Se viene un "gran año"? ¿Este año "la pegamos"?
Puede que sí, no lo sé. Pero para un hijo de Dios, la esperanza real no vendrá junto con el nuevo año, sino que ya se ha cumplido hoy, ahora.
Se ha cumplido hoy.
Hoy está siendo el día del Señor. Para hoy está disponible el incremento de Su Vida en nosotros. Hoy es el día de la victoria. Hoy está Su Vida disponible para ser tomada. Porque si bien la dádiva de Dios para Su Hijo (nosotros) fue dada una vez y para siempre, cada día está la oportunidad de tomarla. Cada día. Desde nuestra perspectiva, momentáneamente finita y efímera, sólo tenemos a mano lo de hoy, y si lo de hoy no lo tomamos, habremos perdido algo, tal vez la porción diaria en que aparece el crecimiento.
Tomar Su Cruz, llevar Su Cruz, es el acto más grandioso que propone el misterio de la vida en Cristo. Llevar Su Cruz no significa "soportar dolores", o "soportar esa carga": significa desechar y apartar un tipo de vida, para tomar otra nueva. Y el hecho de llevar Su cruz es  tan crucial como el momento en que hay que llevarla: cada día.
No hay mayor evidencia de una vida de fe que el estar hoy persuadido del cumplimiento de toda verdad en nuestro espíritu: el cumplimiento de que Su Vida ya reina hoy en nosotros; que Su Mente opera ahora en nosotros, que hoy se cumple Su Verdad.

Para el hijo de Dios, cada día se cumple lo que ya se cumplió de una vez y para siempre.