martes, 9 de agosto de 2016

UN APORTE PARA LA COMPRENSIÓN DEL PERDÓN.

UN APORTE PARA LA COMPRENSIÓN DEL PERDÓN.
Tal como Dios lo pensó, el hombre fue creado para ser provisto en todo por Dios. En esa provisión total residía Su Carácter de Padre. Dios, como Padre, pensó en crear un Hijo a quien proveerle todo, todo. Pero antes que ese plan se consumara, el hombre decidió en el Edén ir en pos de otra fuente de abastecimiento, decidió tomar cosas de otras fuentes de aprovisionamiento.
El Adán de antaño, prototipo y raíz de todos los hombres y mujeres, cerró la puerta de la provisión de Dios, y abrió otra puerta, otra fuente de provisión. Y apenas lo hizo, quedó desnudo, desamparado, desprovisto de toda capacidad de resguardo.
A través de esta nueva fuente alternativa, el hombre -todos los hombres- comenzaron a recibir elementos ajenos de Dios. Sus necesidades internas buscan ahora ser saciadas por todas las cosas disponibles. Antes, todo era provisto por Su Padre, ahora, con manotazos de ahogados, agarra desesperadamente las "cosas" que vienen de la otra fuente.
Y esas "cosas" no eran solo alimento. Peor aún, eran ideas, conceptos, dogmas, culturas, emociones, tradiciones, sueños, proyectos...cosas que a la postre fueron constituyendo la identidad de los hombres.
Los hombres comenzaron a construir sus vidas a partir de estos elementos. Como ladrillos que terminan levantando una casa, así los hombres levantan su identidad con ladrillos prestados. Y con todos esos elementos se termina construyendo lo que llamamos "yo, una persona, un individuo". Las Escrituras le llaman "el viejo hombre".
Y todo eso constituye una gran mentira. Una creación inerte, una cobertura muerta. La creación sin Dios es una gran mentira, construida con cosas destinadas a desaparecer, con elementos que se tomaron prestados de la otra fuente, los elementos que algún día se quemarán como heno y hojarasca.
A toda esa gran mentira, que es ajena de la Vida Pura de nuestro Señor, se le llama pecado, u hombre de pecado.
El pecado, en su más profundo significado, no se constituye solo de simples actos dañinos. Aún sin "cometer pecado", el hombre es pecador, porque pecado es toda esa mentira que se mezcló con el hombre, resultando en el "viejo hombre".
Y ese  viejo hombre debía ser exterminado.
Parte de la obra del Mesías Jesucristo en la cruz fue para efectuar justicia, es decir, para aplicar juicio (separación) entre la vieja y la nueva creación, entre el trigo y la cizaña.
Y luego de allí viene el perdón de Dios. El perdón de Dios vino como consecuencia de tratar al pecado con Su Justicia y Juicio. No hay perdón sin previa justicia y juicio. Sin cruz no hay gracia ni perdón. El perdón no vino a obviar el pecado, sino a eliminarlo en la cruz. De nuevo: no hay perdón sin justicia y juicio.
Y eso ocurrió una vez y para siempre. Y en Su sepultura quedó enterrada para siempre esa naturaleza de pecado que inició Adán. Y de allí nació el nuevo hombre, puro, sin manchas.
Ese nuevo hombre ya no está constituido por elementos terrenales, sino por la misma vida de Dios. Ese nuevo hombre no puede ser definido por creencias, patrimonio, raza, religión, ni denominación. Por la fe de Cristo Jesús, este hombre nuevo es limpio como Su Señor. Y esa fe actúa no solo para verse limpio a sí mismo, sino también a sus hermanos en Cristo, es decir, aquellos que ya pasaron por la cruz. Porque todos los que fuimos muertos y bautizados en Cristo, de Cristo nos hemos cubierto. No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos somos uno en Cristo Jesús.
Así ve el Señor a aquellos que murieron Su Muerte. Esa es Su Perspectiva.
Pero, ¿así nos vemos a nosotros mismos? ¿así vemos a nuestros hermanos? Parece que no.
A veces actuamos según la tradición de los hombres, tomando prestados elementos de esta tierra que ya no existen para nosotros. Santos que han muerto Su muerte vuelven a construir su identidad con tradición y elementos de hombres, y promueven que otros hagan lo mismo. Sobre el fundamento de la Vida, edifican con madera, heno y hojarasca, cosas que van a perecer.
El maduro separa lo santo de lo pagano. Quirúrgicamente sabe cuando él (u otros) están actuando por vida, o por ideas humanas. En otras palabras, entiende el juicio, la separación que ocurrió en la cruz. Y a causa de este entendimiento es que puede aplicar perdón, y gracia.

El perdón es algo que pueden aplicar los que han entendido lo que significó el Mesías en la cruz. Y lo aplican no solo para otros, sino para sí mismos.


Todo lo hasta aquí escrito no es otra cosa que una paráfrasis del siguiente texto paulino:
Colosenses 3:9-12
9 No mintáis los unos a los otros, ya que os habéis desvestido del viejo hombre con sus prácticas, 10 y revestido del nuevo, el cual, conforme a la imagen del que lo creó, se va renovando hasta un conocimiento pleno, 11 donde no hay griego ni judío, circuncisión o incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo o libre, sino que el Mesías es todo y en todos. 12 Por tanto, vestíos como escogidos de Dios, santos y amados, de sentimientos entrañables de compasión, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de longanimidad; 13 soportándoos los unos a los otros, y perdonándoos los unos a los otros, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor en verdad os perdonó, así también vosotros. 14 Y sobre todas estas cosas, el amor, que es el vínculo perfecto. 15 Y la paz del Mesías sea árbitro en vuestros corazones, a la cual ciertamente fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.