sábado, 27 de octubre de 2018

EN CASA


Imagina tu casa.
Es tu propiedad, es tuya.
Imagina el terreno donde se haya tu casa. Tenés el derecho de cercarlo, de disponer de él libremente, y dentro de él hacer tu voluntad, porque es tu propiedad, es tu casa.
Si alguien quiere traspasar los límites de tu propiedad, estará violentando algo ajeno, que no le pertenece: es un ladrón.
Propiedad, dominio, pertenencia....son términos legales que pueden usarse para este tema.

Dios tiene Su propia Casa.
En ella, Su Voluntad es hecha, porque allí él es titular, propietario...Señor.
Son términos legales que el Señor mismo hizo valer en su tiempo terrenal, y tanto más en su reino espiritual.
Cuando alguien osa tan solo acercarse a Su Propiedad, es echado fuera no con violencia, sino con fuerza legal.
Pero dentro de su propiedad, el Señor edifica Su Casa con elementos propios, no ajenos; puros, no contaminados; santos, no indignos.
¿Cómo está formada esa casa?: "también vosotros, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. (...) Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable".

Quiero ser parte de Su Casa para tener Su Protección y Su cuidado frente a los que violentan. Quiero ser parte de Su Propiedad, que sea mi Señor cuando todos buscan el libertinaje. Quiero ser adquirido por Él para ser su posesión, como esclavo voluntario que se pone bajo Su Cuidado, para ser santificado por Él. Quiero ser su hijo, y que Él sea mi Padre, para depender siempre de Él, y poder habitar eternamente en Su Casa.

sábado, 11 de agosto de 2018

Contra la vana subjetividad.


Una vez que se consumó el engaño de Adán, él y su mujer se hallaron desnudos, descubiertos.
Más allá de la realidad física de esta situación, la desnudez fue una manera de expresar la desolación en la que se hallaron cuando fueron desgajados, desprendidos de Dios, que era su fuente proveedora de vida.
Hombre y mujer fueron sacados y despedidos no solo de un jardín (nadie lamenta tanto eso) sino que ese "Edén" del que fueron expulsados era Dios mismo. Fueron arrancados de una vida con un plan perfecto, y echados a la vanidad de un desierto cuya principal característica no era la tierra seca, sino que el hombre, en todo su ser, se encontró solo en su ego, y con su ego.
De pronto, tras esa expulsión, el hombre se halló desnudo: se sintió amputado de quien era su fuente proveedora de vida. Pasó de estar incluido en el plan de Dios, a ser descartado. Pero de todo esto no se enteró ni leyendo la Biblia ni oyendo un sermón de domingo. Se enteró cuando dentro de sí notó que a partir de ahora solo podía ver con sus ojos, y solo podía pensar con su mente.
Esa fue su desnudez.
Era como si de pronto hubiese quedado encarcelado dentro de sí mismo. Su condición se achicó para quedar atrapado en la pobre desolación de  sus ojos, de su mente.
Cortado su vínculo con quien era su fuente de vida y verdad, el hombre quedó sin otra opción que generar sus opiniones, sus criterios, sus puntos de vista, sus paradigmas. En otras palabras, dio inicio a la subjetividad, el cerrojo más reforzado que conoce esta creación caída.
La subjetividad es el criterio propio, el punto de vista del cual nadie -nadie- puede salirse. Nadie puede abrir desde afuera lo que él mismo cierra desde adentro.
La vana subjetividad es la posición personal desde la cual se mira el acontecer de todo. Frente a esa subjetividad, las cosas no son como son, sino como cada uno las ve. Cada uno ve desde su torre de encierro, y todos vemos parcialmente una parte, porque eso es consecuencia de haber sido despedidos de ese jardín que es Cristo.
Una vez desgajados de Él -fuente de vida y verdad-, el hombre evalúa todo desde su parcial visión. Desde ese punto, él mismo es el centro de todo. Su nariz queda demasiado cerca para obviarla. Sus manos son "Las Manos", sus ideas son "Las Ideas", y su verdad es "La Verdad".
La regla de la subjetividad es que todos tienen "su verdad", entonces hay muchas verdades, por lo tanto no hay una verdad. La marca de la subjetividad es la relatividad de todas las cosas.
Dios nos creó para que tengamos una identidad que nos distinga unos de otros, claro está, pero la subjetividad no habla de esa diferencia, sino que habla de la desorbitada vida del ego de cada hombre.
En ese viaje de extraviados, los hombres crean las religiones. Y hay tantas religiones como hombres, porque la subjetividad del ego hace que cada uno crea lo que quiere, lo que puede. No hay dos seres en la tierra que crean exactamente lo mismo. Y eso no tiene nada que ver con la diversidad santa con la que Dios nos creó, sino con el desvarío propio de quien se salió de la órbita correcta.

Separados de Dios, deambula el hombre como un cometa sin destino alguno, sin centro gravitacional que lo atraiga.
Esta vana subjetividad es la desnudez de Adán y Eva, que se quedaron sin su vínculo perfecto y tuvieron que arreglarse consigo mismos. Es la desolación que queda tras la muerte, y tener que retomar la pseudo-vida inventada con los despojos de lo que quedó.

Fuera de Dios, la subjetividad requiere ser "formada" (deformada) por otras mentes subjetivas, y hace dioses e ideas de dioses conformes a sí mismas.
"Para mi dios es....", suele opinar Adán desnudo. "No, para mi es...." dice Eva en igual condición, porque fuera de Dios, la subjetividad solo teoriza sobre Dios. Se hace ideas de Él. Lo supone, lo analiza, lo estudia. En la práctica, le ofrece ritos y rituales, tratando de agradar a un "Dios" que está allá, afuera, arriba -y señala con su dedo hacia el cielo- vaya a saber dónde: después de miles de años, la desnudez ya no causa tanta vergüenza.

La subjetividad es la prueba de estar "fuera de Dios", por eso le dicta a la conciencia del hombre de que está fuera de Dios. "Dios allá, nosotros acá", es el lema inconsciente de la subjetividad. Y es inconsciente porque vocifera otra cosa, que "Dios está acá" -mientras toca su pecho- pero en el más profundo ser del hombre actúa la subjetividad de su punto de vista, sus ojos mirando, su propia mente pensando.

Muchos conocen al actor John Malkovich. Quienes lo conocen pueden describirlo por las películas que grabó, por sus condiciones actorales, por su barba blanca, o su cabeza calva. Todas descripciones externas que hace quien lo admira, lo conoce, o simplemente lo sigue.
Hay una película de 1999 llamada ¿Quieres estar en John Malkovich? donde ciertas personas tienen la oportunidad no de conocer externamente a Malkovich, sino de meterse dentro de él.
En la película, alguien encuentra un mueble, que es como un aparador, que es una puerta de acceso directo a la mente de Malkovich. Ya dentro del Malkovich, las personas ven a través de sus ojos, piensan con su mente, en fin, viven la vida de John Malkovich.

¿Quieres estar en Cristo?
La subjetividad hace que al hablar de Cristo, los muchos interpreten que conocerle a Él es conocer lo que hizo, o aun lo que hace hoy. Pobre idea que solo satisface a la subjetividad.
Se escriben libros, se predican mensajes, y se estudia a Dios....desde afuera.
¿Quieres estar en Cristo?
Los muchos aún abordan a Cristo como un "objeto de estudio". Lo analizan, lo explican, lo interpretan. Todo desde la subjetividad externa de un punto de vista parcial, humano, caído, sin posibilidades de ver con Sus Ojos ni pensar con Su Mente.

¿Qué es el yo o ego? Es la subjetividad en la que el hombre quedó atrapado, y aislado de Dios.
Cuando la muerte del Mesías en la cruz opera en el hombre, lo que hace es darle muerte a la subjetividad. Y ocurre un traslado inverso al de Adán. Lo que se había desgajado se vuelve a reunir en la fuente proveedora de vida y verdad.
Y el centro de todo ya no es el hombre, sino Cristo, quien está demasiado cerca para obviarlo.


miércoles, 8 de agosto de 2018

ÉL NOS LLAMÓ


Surge del hombre, desde sus bajos fondos, el grito desesperado de búsqueda por Dios, o por un dios, o por dioses.  El dolor es real, se siente dentro, pero cada vez, y en cada persona, ese dolor es distinto. Sea lo que fuere, el dolor impulsa al hombre a buscar algo, alguien, Alguien.
Y cada quien busca lo que entiende, lo que conoce. Alguien aprendió sobre un talismán, y allá va. Otro habló de cierto grupo que ayuda gente, y allá va. Y allá vamos....donde haga falta, con tal de silenciar el dolor que abruma, y vamos andando con nuestra mochila a cuestas viendo quién puede sacarle peso y dolor, pero en estos lados resulta que no encontramos nada sustancial: quizá algo temporal, pero ninguna extirpación profunda y permanente del dolor.
Entonces sigue camino hacia la meca del alivio, y busca aquí, y allá. Frío frío. Tibio tibio. Llega a eso que los hombres llaman religión. Tibio, piensa. Y parece que es acá....porque hablan de Dios. Creo que es acá, tibio, sí, aquí encuentro a Dios. Yo, que tanto busqué, acá encuentro a Dios.
Frío frío.

El hombre puede buscar algo, a dioses, o incluso a Dios mismo. Y puede encontrar cosas, pero con sus propias fuerzas y sacrificios, a Dios nunca lo encontrará. Porque genuinamente nadie puede ir a Él: no hay quien genuinamente busque a Dios, no hay ni siquiera uno.
Si estamos en Él, en Cristo, si somos parte de Su Vida, es porque Él nos hizo, Él nos buscó, Él nos llamó, y nos poseyó.
Si estamos en Cristo es porque Él nos llamó.
Hay un término que puede resumir todo el evangelio: es la primer palabra mencionada en Levítico, es la palabra hebrea vayikra: Él llamó.
Él llamó. Fue Él quien lo hizo. Si estamos ya en Él, es porque Él nos llamó, y no por haberle buscado nosotros.
Él nos llamó
Y tu respuesta es ..... ?

sábado, 10 de marzo de 2018

Sueños espirituales

¿Qué es lo que tu corazón profundamente desea? ¿Por qué cosas quedas como mirando al infinito, maravillado, colgado de un pensamiento, con cara de felicidad? ¿Por alcanzar qué cosa darías años de vida?
Muchas cosas distinguen a una persona de otra. Claro que los rasgos, las habilidades, el carácter....pero para quienes estamos en Cristo, vale la pregunta: ¿dime qué sueñas, y te diré realmente quién eres en Cristo?  Porque los sueños delinean nuestra identidad en Cristo.


Los hijos de Dios podemos anhelar cualquier cosa, como cualquier persona. Pero hay anhelos que son tan puros y únicos, que sólo el Espíritu de Dios puede incubarlos en nuestra mente.
Toda la vida en Cristo es espiritual, debe ser espiritual. Significa que es de otra naturaleza, distinta, desconocida, que solo se puede describir con ejemplos o parábolas ("el Reino de Dios es como ....."), y los sueños que esa vida incuba en nosotros también son así: difíciles de describir, difíciles de transmitir, sin nombre de este mundo.
Sueño con la casita, dicen unos. Anhelo cambiar el autito, dicen otros. Pero el hijo de Dios, por momentos, no puede ni siquiera balbucear el anhelo de su corazón, porque ese anhelo es espiritual, gritado con gemidos indecibles.
Cuando el Señor dice "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho", probablemente se refiere a los anhelos espirituales que Él ha puesto antes en nosotros.
¡Qué bueno es tratar de darle forma entendible a esos sueños! Y escribirlos, y perfeccionarlos, y mirarlos, y verse reflejados en ellos, porque nuestros sueños dibujan nuestra identidad en Cristo.

domingo, 4 de marzo de 2018

Cristo, el idioma espiritual.

Entre dos que quieren entablar un vínculo, se requerirá, más temprano que tarde, el acuerdo de un idioma, una lengua, palabras que expresen lo que cada uno voluntariamente quiere transmitirle al otro. Entre dos personas, puede haber contacto, y aún relación, pero sin un idioma que los una, el vínculo estará limitado.
Nuestro vínculo con Cristo es, en parte distinto a eso, y en parte igual.
Es distinto en un punto crucial: cuando estamos EN CRISTO, ya no hay "dos" que quieren comunicarse, porque ya estamos fundidos en Él, pero es igual en el punto en que necesitamos una manera de vincularnos, una vía de unión, y esa manera es un idioma, pero no es nuestro idioma, es otro, es una lengua espiritual, una PALABRA VIVA, de cuya esencia y significado hemos sido ya engendrados.

Santiago 1:17-21 (Biblia Textual IV Ed.)
17 Toda buena dádiva y todo don perfecto está descendiendo de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay cambio ni sombra de variación. 18 Según su voluntad, nos engendró con la palabra de la Verdad para que seamos primicias de sus criaturas. 19 Sabed, mis amados hermanos: Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira; 20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. 21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, acoged con mansedumbre la Palabra implantada, que puede salvar vuestras almas.

Esa Palabra que ha sido implantada en nosotros, y que el Señor menciona en la parábola del sembrador, ¿llega a nosotros por medio de sermones? ¿por medio de libros, o palabras escritas?
¿Cómo ocurre ese engendramiento de la Palabra?
En el antiguo pacto, Dios hablaba a sus profetas con sueños o visiones o palabras oíbles. Esas maneras eran una representación oíble de algo espiritual, pero la sustancia no estaba ahí, sino sólo su representación. De igual manera que cuando vemos una película en el cine no están allí los actores reales, sino que todo es una proyección, una representación audiovisual.
Pero en el nuevo pacto, cuando Dios nos revela a Su Hijo, nos da la sustancia misma, no una imagen. Y es que no usa palabras en español, ni visiones ni sueños. Dios nos da Su Idioma al gestar a Cristo en nosotros.

Hebreos 1:1-2
“Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado en Su Hijo”.

Dios habla EN JESUCRISTO. Jesucristo es el idioma de Dios. En él oímos, en Él aprendemos, en Él podemos hablar fluidamente. Orar en nuestro español es bueno, pero es limitado, porque los significados son subjetivos, y los significantes temporales. En cambio Su Idioma es como el fluir de vida que transcurre de madre a hijo en el cordón umbilical.
Quien no tiene al Hijo, no tiene el idioma. Oye, pero no entiende. Mira, pero no ve.
El idioma del Hijo es espiritual. Tiene un sentido espiritual, que lleva años aprender e interpretar correctamente. La madurez es la medida del buen entendimiento de Su idioma. Entenderlo significa decodificar lo espiritual a lo espiritual. Es español "templo" es una cosa, pero en Cristo es otra. En español "ofrenda" es una cosa, pero en Cristo es otra. Por eso, es imposible que alguien que solo habla español pueda entenderse con otro que habla en Cristo.
Jason Henderson así describe esta maravillosa tarea:

"No debería sorprendernos que la manera en que comprendemos cada término espiritual, necesite ser redefinido en la “luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4:6), porque sea que lo entendamos o no, todo entendimiento natural nació y se bañó en la oscuridad de la mentira. Le hemos puesto nombre a la comunión, a la iglesia, a la adoración, al ministerio, al amor, a la fe, a la gloria, al pecado, a la salvación, a la gracia, a la redención, y todos esos nombres han sido asignados en la oscuridad. El asunto no es si creemos en estas cosas, sino si las hemos visto en la oscuridad de la mentira, o en la claridad de “Su luz admirable” (1 Pedro 2:9).
En los días de su carne, Jesús sanó a un hombre que había sido ciego desde el vientre de su madre. Este hombre nunca había visto nada, sin embargo, y con toda certeza, había interactuado con su entorno a lo largo de su vida. Él se había encontrado sin ninguna duda, con los árboles, las casas, la lluvia y la luz del sol; había conocido a sus padres, hermanos y amigos. Yo no sé cómo funciona esto en la mente de un ciego, pero él debe haber tenido alguna imagen mental, o concepto, de la apariencia de las cosas en el mundo. Él se formaba impresiones o ideas mentales de las cosas del mundo, basado en lo que sentía, oía, olía y pensaba. Jesús escupió en la tierra, hizo barro y lo aplicó a sus ojos, y por primera vez en su vida, vio las cosas tal como eran. Por primera vez vio en independencia de su propia imaginación. Aquí voy a hacerle una pregunta: ¿Cuántas de sus ideas acerca de la apariencia de las cosas piensa usted que él acertó? ¿Cuántas de sus imágenes mentales, de su madre, de un aguacero, del bosque... cree usted que coincidieron con la realidad? Ni una sola. ¿Por qué? Porque no tenía nada más para trabajar que oscuridad; hasta que sus ojos funcionaran dejando pasar la luz, sólo tenía su imaginación. Incluso la mejor de las conjeturas, sería como un golpe dado en la oscuridad, sería como el error que se levanta al usar el sentido equivocado para entender lo que sólo la luz puede mostrar.
Eso es lo que sucede cuando buscamos entender y “nombrar” algo separados de la Luz de Cristo.
Dios nombrará lo que sea que estemos dispuestos a presentarle. Nos mostrará la verdad acerca de cualquier cosa que estemos dispuestos a ver. “...en tu luz veremos la luz” (Salmo 36:9). En Su Luz llegamos a entender lo que la Mentira le ha hecho al alma del hombre.
El hombre no entiende a Dios al leer palabras espirituales, todo lo contrario, el hombre entiende las palabras espirituales al ver a Dios. Él es el que lleva el nombre y define la realidad de la verdad, la vida, la gloria y la salvación."



Madurar es aprender el idioma en Cristo, y traducirlo fielmente al idioma de los hombres.
El parakletos nos enseña en esa interpretación del logos, de la Palabra de Verdad, de Cristo. No deja lugar para la interpretación privada, ni terrenal.

Juan 14
25 Estas cosas os he dicho estando con vosotros. 26 Pero el parakleto, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, El os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho.

Efesios 4
20 Pero vosotros no habéis aprendido a Cristo de esta manera, 21 si en verdad lo oísteis y habéis sido enseñados en El, conforme a la verdad que hay en Jesús.