Durante mucho tiempo
tuve la imagen de que el cuerpo de Cristo, la Iglesia, era como una especie de rompecabezas,
que se iba formando con la vida, servicio o aporte de cada uno de los santos.
Bajo esa idea, el
cuerpo de Cristo estaba siempre incompleto, esperando el agregado de una nueva
pieza que debía sumarse.
Pero una claridad
mayor surgió con esta siguiente figura: el cuerpo de Cristo ya está formado,
completo, de igual manera que un bebé por nacer ya está genéticamente completo,
aunque aún reste su desarrollo y crecimiento y madurez de sus miembros.
De nuevo: el cuerpo
de Cristo ya está formado, completo, aunque aún reste que sea más nítida su
imagen.
Otro ejemplo: imagine
que a alguien le han tomado una fotografía tan pixelada y tan fuera de foco,
que no se distingue nada de su rostro. Pero se puede comenzar un proceso de
ganancia de calidad, para que cada vez sea más claro y nítido el rostro. En la
foto, la persona estuvo siempre, y estuvo completa. Sólo que está en un proceso
de clarificación y nitidez.
Así es el cuerpo de
Cristo: ya está completo, esperando la clarificación y pureza que le da la vida
de cada uno de nosotros en particular.