viernes, 1 de noviembre de 2019

A Su tiempo....

Pasó tanto tiempo, que ya no recuerdo cuándo fue que me empezó a llamar la atención la seca esterilidad de un cactus que tenemos en el balconcito de casa.
Cada vez que me tocaba regar las plantas de al lado, y al mirar ese cactus, me venía la idea de cómo se estaba secando, o cómo dejaba pasar los días con su pinta de nada, con su tierra sequísima, con sus brazos amarronados.
Su imagen me servía de imagen real de lo que significaba no dar frutos. Nunca dejó de pasarme eso: verlo, y pensar que no cumplía con su función, que no fructificaba, que no aprovechaba lo que Dios le había dado.
Me molestaba que cada vez que salía al balcón, se me viniera ese tipo de pensamiento.
Ayer, mi esposa me llamó para mostrarme cómo había amanecido ayer el cactus. Es difícil describir el amarillo poderoso de una flor abierta de par en par, y el naranja incipíente de la segunda gran flor.
Lo que parece muerto, lo que parece estéril, hay que esperarlo hasta el final. Dios tiene sus tiempos, así como para una simple planta, también para la aparición de los frutos eternos en una persona.
Los tiempos los maneja Él. Pero cuando algo florece, todos disfrutamos.