domingo, 18 de diciembre de 2016

Gracia y verdad en la salvación que es en Cristo Jesús.

Toda la voluntad eterna de Dios encontró su obra culmine con el Mesías en la cruz, dando Su Vida, y resucitando.
Ese acto, en gran parte, fue para cumplir un plan eterno nacido de la voluntad de Dios. En esa eternidad -donde no hay pecado, ni hombres simples, ni maldad, ni nada ajeno a Dios- sí hay cruz. Pero una porción de esa obra del Mesías fue para resolver El Problema Mayor (con mayúsculas) que el pecado causó en el hombre.

No son muchos los hermanos que tienen en claro cuál es ese Problema Mayor. Se ha minimizado ese problema, y por ende se ha reducido el VALOR de la GRACIA y SALVACIÓN. Cuando alguien tiene un problema chiquito, seguramente le da poco valor a la solución. Por el contrario, cuando alguien sabe que está frente a un problema grande, su solución es más valorada. Ocurre que valoramos una solución de acuerdo al problema que resuelve. Entonces si minimizas un problema, minimizas el valor de su solución.

Reitero algo: la obra del Mesías en la cruz fue para cumplir Su Plan Eterno (en este blog hemos escrito, y seguiremos escribiendo sobre lo que se nos permite entender sobre el propósito eterno de Dios). Pero una parte de la obra en la cruz fue para resolver El Problema Mayor.
La pregunta es: ¿Cuál fue el Problema Mayor que Dios resolvió?

Si miles de creyentes recibieren una encuesta con la pregunta: "¿Cuál es el problema que Dios resolvió - o debe resolver - en vos?", tal vez encontraríamos respuestas tales como: "Dios me sacó del cigarrillo", o "Dios resolvió mi mentalidad de pobreza", o "Dios debe resolver mi falta de visión", o "Dios solucionó mi carácter podrido", o "Tengo que aprender en Dios a resolver mi incapacidad de relacionarme con otros". Encontraríamos en varias de esas respuestas mención a frustraciones, depresión, herencias familiares, actos y pensamientos equivocados, etc.

Es políticamente incorrecto decir lo siguiente, pero debe ser dicho: el hombre, con sus técnicas, ciencias y habilidades, puede resolver casi todos los problemas que solemos decir que Dios soluciona. Casi todos....excepto El Problema Mayor.

Y ¿cuál es el Gran Problema que Dios ya resolvió en la cruz? El gran problema es (con mayúsculas) LA NATURALEZA HUMANA.
Solemos achicar el problema a los "rasgos" de nuestra humanidad, y  así difícilmente entendamos que la raíz del problema se halla en una naturaleza, la naturaleza humana.
El punto crucial es que cuando nosotros malentendemos la naturaleza del problema, malentendemos la solución que Dios ofrece.
Ignoramos la condición natural del hombre: que toda la naturaleza humana está en contra de Dios. Y al fracasar en el reconocimiento de la profundidad de nuestro problema, fracasamos en volvernos y ver la grandeza de la solución de Dios.
Necesitamos salir del sueño de las miniaturas, y tener en claro la magnitud de la enferma naturaleza humana, su hedor e indigna condición frente a la santidad y pureza de Dios.
Jason Henderson comenta: "Nuestro problema no es que nosotros mintamos, o que hayamos creído una mentira. Nuestro problema es que nos hemos convertido en la mentira misma. Nosotros no luchamos contra la oscuridad, somos la oscuridad. El problema no es algo que tengamos, el problema es algo en lo que nos hemos convertido. La mentira no es algo que ahora debamos dejar de creer; es demasiado tarde para eso. La mentira es alguien que debe dejar de vivir".

Juan 16:7-8 (BTX)
7 Pero Yo os digo la verdad: Os conviene que Yo me vaya, porque si no me voy, el Paracleto no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. 8 Y cuando Él venga, redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio.

Sólo el Espíritu Santo de nuestro Señor nos da la perspectiva correcta de lo que es el pecado, su justicia y su juicio.
Predicar un evangelio que saca "los vicios", que saca "la mentalidad de pobreza", que "resuelve las peleas matrimoniales", y todas las nimiedades que se suelen mencionar, es, al menos, un despropósito, un grosero error.
El pecado no describe cierto tipo de comportamiento, sino que pecado es la naturaleza que opera en el hombre adámico y que rechaza a Dios (aunque acepta a las religiones y a sus dioses).
El pecado no es algo que hacemos, es peor que eso; el pecado es lo que el hombre ES, separado de Cristo.
Romanos 3:9-18 (BTX)
9 (...) ya hemos acusado tanto a judíos como a griegos, que todos están bajo pecado, 10 como está escrito: No hay justo, ni aun uno,
11 No hay quien entienda,
No hay quien busque a Dios,
12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, ni siquiera uno;
13 Sepulcro abierto es su garganta,
Con sus lenguas engañaron,
Veneno de áspides hay bajo sus labios,
14 Su boca está llena de maldición y de amargura;
15 Veloces son sus pies para derramar sangre;
16 Destrucción y miseria hay en sus caminos,
17 No conocieron camino de paz.
18 No hay temor de Dios delante de sus ojos.

Esa naturaleza de injusticia no tuvo que ser limpia: tuvo que ser muerta con el Mesías en la cruz. Y esa naturaleza, muerta, asquerosa, indigna, fue sustituida con la Vida de Resurrección de Cristo Jesús. Ahora, nuestra vida es Cristo: "ya no vivo yo, Cristo es en mí".
Pero la gran mentira que mantiene a muchos en la inmadurez es tener conciencia de estar separados de Cristo, y tratar de mejorar sus vidas por fuera de la Vida de Cristo. Hay quienes se embarcan a comprar la benevolencia de Dios a través de obras, aplacando así la conciencia frente a los malos actos que hemos cometido. Aunque hemos aceptado a Jesús como el Mesías, no hemos captado Su perspectiva sobre la vida natural, y aún  continuamos con nuestros esfuerzos en procura de una justicia mediante las obras de la carne. A eso se dedica la religión: a mantener a las personas en un permanente estado de "mejora". Lo hace a través de la manipulación de la culpa y los miedos. La vida de Cristo ya es en nosotros. Pero la mente puede engañarnos a llevarnos a vivir una vida por obras, separada de Dios: "si hago algo bueno, estoy mejor con Dios", "si hago algo malo, Dios me pega".
Ya hemos visto que, infelizmente, el problema era peor de lo podríamos pensar. En Su Santidad, Nuestro Padre rechazó no lo que el hombre hace, sino lo que el hombre ES fuera de ÉL. Debemos entender la perspectiva de Dios frente a esa atrocidad que es la naturaleza humana. Esa naturaleza demanda por parte de Dios una JUSTICIA que el hombre NO puede producir.

Mateo 5:20 (BTX)
20 Porque os digo que si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, de ningún modo entraréis en el reino de los cielos.

Cuando el Espíritu Santo nos redarguye de pecado, nos duele la condición humana. Una cosa es que nos duelan "las malas acciones" que hemos hecho, pero otra es que nos duela la vida natural de hombre. A esos puntos nos lleva el Señor. Al inmaduro le duelen los "malos actos". Al maduro le duele la vida natural, aunque sea "buena". Creo que un santo es el único ser en la tierra que sabe lo que es sufrir: sufre los dolores del alma que batalla contra el dulce espíritu de Dios dentro suyo. El Espíritu de Dios nos lleva a la desesperación por medio de la comprensión de nuestra insuficiencia y el reconocimiento de nuestra sequedad espiritual. Pero ese sufrimiento es el paso previo a la vida de fe. Cuando el Espíritu nos redarguye del tamaño del pecado, nos muestra la persona de Justicia: Jesucristo. Y nos provee de su FE, que es la posibilidad de vivir la vida de otro, en vez de tu propia vida ("ya no vivo yo").
Cuando percibimos la atrocidad de la naturaleza humana, entonces somos impulsados a una experiencia más plena de la salvación de Dios en Jesucristo.

Si no entiendo el gran problema del cual fui salvo, no podré valorar la GRACIA de Su Salvación.
Mi vida cristiana es la VIDA DE CRISTO.

Efesios 2:1-9 (BTX)   

1 En cuanto a vosotros, estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, según el curso de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, del espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia. 3 Entre ellos también vivimos todos nosotros en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás; 4 pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aún estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con el Mesías (por gracia habéis sido salvados), 6 y juntamente con Jesús el Mesías nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos, 7 para mostrar en los siglos venideros la inmensurable riqueza de su gracia, en su bondad para con nosotros en Jesús el Mesías. 8 Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no es de vosotros, es el don de Dios. 9 No por obras, para que nadie se gloríe; 10 porque somos hechura suya, creados en Jesús el Mesías para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.